miércoles, 14 de diciembre de 2016

Javier Sánchez Durán



MADRUGADA




La frontera del beso sobrepasa los cielos,
se pierde en el tumulto de astros conversos
y el cosmos de la piel se hace eterno

Constelaciones de manos que bailan y exploran
las nuevas galaxias de los cuerpos
escalando los túmulos y rastreando madrigueras
donde reposar los dedos.
Hay un rastro de pies descalzos sobre el sendero
de asfalto mojado,
luces de neón quiebran el negro absoluto de la noche.
Junto a una decrépita farola el ilustre guitarrista toca
una vieja guitarra de dos únicas cuerdas,
ajada, triste y melancólica.
A su lado un poeta loco, de corazón ebrio,
pare versos de cristal de roca
entre un universo de sombras tatuadas
que juegan a ser personas
y que van y vienen de forma dislocada
como olas de alquitrán oscuro
mientras el viejo toca, toca y toca.
Hay magia negra en la noche urbana.
Suena una sirena y todo se disloca.




La imagen puede contener: cielo y exterior

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