lunes, 6 de febrero de 2017

Iván Rojo








En el paseo marítimo
vino la anciana y se sentó a mi lado

Me habló en ruso
No sé cómo sabía que lo domino
tal vez fue una simple casualidad

Dijo
Buenas tardes
y que no siempre había tenido glaucoma
que durante veinte años seguidos
de mirar el mar al atardecer
todas y cada una de las olas
que habían chocado allí enfrente
contra las rocas
habían creado la misma figura

una calavera de espuma, sonriente
que duraba un segundo
hasta deshacerse
en el aire

Le dije
Señora
con el debido respeto
eso es imposible
No hay dos olas iguales

Lo mismo dicen de los días, replicó
Y añadió: mira, mira si te atreves
Al instante empezó a reírse
Carcajadas burbujeantes
sin dientes

Dirigí la vista al acantilado
El mar estaba en calma
Pero la vi

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