lunes, 31 de julio de 2017

Elsa López








Te morirás primero, ya lo sé.
No creas que me importa.
Me vestiré de gala,
con los tacones altos miraré las estrellas
y andaré por las plazas como si fuera fiesta.
Ya verás,
cuando te mueras
irán nuestros amigos al entierro.

Habrá ramos, ofrendas,
un latido de pájaro golpeará las ventanas
y el altar se hará añicos durante el ofertorio.
Yo me pondré las gafas de no querer mirarte,
las de mirar el mar y verlo a mi manera.
Escucharé tus versos,
aquellos que escribiste antes de yo leerlos,
seguiré las estatuas
y me vendrá tu llanto y el amor que no tuve.

¿Te imaginas, amor?,

tú allí, muerto, tan solemne y tan quieto,
y yo un bullir de rosas en los bancos del fondo.
Yo, de rojo vestida, trenzas negras mi pelo
y las manos muy blancas acariciando espejos
por donde te has mirado.
Sin una sola lágrima.
Oculta por la pena que siempre fuera mía.

Pensando en tus caricias
y el júbilo perfecto de una siesta de sol
que nunca llegaría.
¿Te imaginas, amor?
Tus nietos, tus parientes,
y en el último asiento una hermosa muchacha
iluminado el arco de sus blancas axilas
por la luz de tus ojos.

Vendrán los oradores y hablarán de tu ingenio,
de tus muecas feroces,
de las horas amables en que ocupabas sitios,
lugares acordados.
Hablarán de tus gestos, de tu bufanda oscura,
del inconstante deleite de tu boca,
del mar que te ocupaba los momentos felices.
Llorarán los acólitos, las vírgenes de plomo,
los ángeles de cera.
Y nunca sabrá nadie que me he muerto contigo.
Fotografía de Lucas MacGregor






Marina Colasanti




LO SÉ, PERO NO DEBERÍA

Sé que la gente se acostumbra. Pero no debería.

La gente se acostumbra a vivir en un apartamento  interior
y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor.
Y como no tiene vistas, luego se acostumbra a no mirar hacia  afuera.
Y como no mira hacia afuera luego se acostumbra a no abrir de todo las cortinas.
Y como no abre las cortinas luego se acostumbra a encender más pronto la luz.
Y a medida que se acostumbra, olvida el sol, olvida el aire, olvida la amplitud.

La gente se acostumbra a levantarse por la mañana sobresaltado porque es la hora.
A tomar el café corriendo porque va atrasado.
A leer la prensa en el autobús porque no puede perder el tiempo del viaje.
A comer un sandwich porque no hay tiempo para almorzar.
A salir del trabajo porque ya es de noche.
A dormitar en el autobús porque está cansado.
A acostarse temprano y dormir profundo sin haber disfrutado el día.

La gente se acostumbra a abrir el periódico y a leer sobre la guerra.
Y aceptando la guerra, acepta los muertos y que haya una cifra de muertos.
Y aceptando la cifra acepta no creer en las negociaciones de paz,
acepta leer todo el día sobre guerra, sobre cifras, sobre su larga duración.

La gente se acostumbra a esperar el día entero y escuchar al teléfono: hoy no puedo ir.
A sonreír a la gente sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorado cuando necesitaba tanto ser visto.
La gente se acostumbra a pagar por todo lo que desea y necesita.
A luchar para ganar el dinero con qué pagar.

Y a ganar menos de lo que necesita.
Y a hacer colas para pagar.
Y a pagar más de lo que las cosas valen.
Y a saber que cada vez pagará más.
Y a buscar más trabajo, para ganar más dinero, para tener con qué pagar en las colas en las que se cobra.

La gente se acostumbra a andar por la calle y ver carteles.
A abrir las revistas y ver anuncios.
A encender al televisión y ver publicidad.
A ir al cine y engullir anuncios.
A ser instigado, conducido, desnortado, lanzado a la infinita catarata de productos.
La gente se acostumbra a la polución.

A las salas cerradas con aire acondicionado y olor a cigarro.
A la luz artificial con su ligero temblor.
Al choque de los ojos con la luz natural.
A las bacterias del agua potable.
A la contaminación del agua del mar.
A la lenta muerte de los ríos.

Se acostumbra a no oír los pájaros, ni el gallo de madrugada, a temer la hidrofobia de los perros,
a no coger la fruta a pie del árbol, a no tener ni siquiera una planta.
La gente se acostumbra a demasiadas cosas para no sufrir.

En dosis pequeñas, intentando no percibir, se va apartando un dolor de aquí,
un resentimiento de allí, una revuelta allá.
Si el cine está lleno la gente se sienta en primera fila y tuerce un poco el cuello.
Si la playa está contaminada la gente solo moja los pies y suda en el resto del cuerpo.

Si el trabajo es duro la gente se consuela pensando en el fin de semana.
Y si el fin de semana no hay mucho que hacer la gente se acuesta temprano
y aún queda satisfecho porque siempre tiene sueño atrasado.

La gente se acostumbra para no rallarse en la aspereza, para preservar la piel.
Se acostumbra para evitar heridas, sangrados, para esquivarse
de la faca, de la bayoneta, para proteger el pecho.
La gente se acostumbra para proteger la vida que poco a poco se gasta y, que
de tanto acostumbrarse, se pierde de sí misma.


Fotografía de Sebastian Bieniek

Manuel Infante Escudero





Allí, donde la
Tierra es llana
como una orilla.
Seca, sin montañas,
el río solo promesa.

El agua que moja,
son mis lágrimas
que no encuentran
ecos donde soñar...

La imagen puede contener: una o varias personas y exterior





domingo, 30 de julio de 2017

Ana María Matute



Me avergüenza confesar que hasta hace muy poco no he comprendido el reloj. No me refiero a su engranaje interior -ni la radio, ni el teléfono, ni los discos de gramófono los comprendo aún: para mí son magia pura por más que me los expliquen innumerables veces-, sino a la cifra resultante de la posición de sus agujas.
Éstas han sido para mí uno de los mayores y más fascinantes misterios, y aún me atrevo a decir que lo son en muchas ocasiones.
Si me preguntan de improviso qué hora es y debo mirar un reloj rápidamente, creo que en muy contadas ocasiones responderé con acierto.

Sin embargo, si algo deseo de verdad, es tener un reloj. Nunca en mi vida lo he tenido. De niña, nunca lo pedí, porque siempre lo consideré algo fuera de mi alcance, más allá de mi comprensión y de mi ciencia.
Me gustaban, eso sí. Recuerdo un reloj alto, de carillón, que daba las horas lentamente, precedidas de una tonada popular. 

Jacques Prévert













Fotografía de Ines Rehberger
DESAYUNO

Echó café
en la taza.
Echó leche
en la taza de café.
Echó azúcar
en el café con leche.
Con la cucharilla
lo revolvió.
Bebió el café con leche.
Dejó la taza
sin hablarme.
Encendió un cigarrillo.
Hizo anillos
de humo.
Volcó la ceniza
en el cenicero
sin hablarme.
Sin mirarme
se puso de pie.
Se puso
el sombrero.
Se puso
el impermeable
porque llovía.
se marchó
bajo la lluvia.
Sin decir palabra.
Sin mirarme.
Y me cubrí
la cara con las manos.
Y lloré.

Traducción de Aldo Pellegrini

sábado, 29 de julio de 2017

Teresa Antares.



Esas limitaciones que me hacen buscarte,
hablarte de nuestras pisadas
y tropiezos del día,
me llenan de matices.

El juego entre paisajes inventados,
donde afloran los tréboles
y suena la brisa del río,
se asemeja a la felicidad
y vuelvo sobre los pasos.

Se bifurcan todas las palabras,
se gira el aliento,
se confiesan las miradas,
y se inmolan los recuentos;
mientras la luz de nuestras risas
da paso a la dulzura.

Y sin que apenas sea perceptible
a la metafísica de la vida…
tú me sacas de dudas,
y yo, sin miedo, te digo…
todo lo que me excitas.



La imagen puede contener: una o varias personas, exterior y naturaleza

Cristóbal Carrasco Delgado






REFLEXIONES AL CAER DE LA TARDE.

EL ENCUENTRO
Eres la brisa dulce y refrescante,
eres el sol que mitiga mi frío,
eres la luna que alumbra mi río
que corre hacia tu mar tan anhelante.

Piensa que allí lo aguardas expectante
y la sangre de su agua es desvarío,
suena en la torrentera su “quejío”
azuzando a su curso galopante.

La inmensidad del alma de tu mar
absorberá las ansias contenidas
del brioso torrente al llegar.

En su interior, las aguas compartidas
unen su amor dispuestas a cruzar
una vida llena de amanecidas.


Para "Sonetos con el arcoiris dentro"
Foto bajada de la Red.



La imagen puede contener: nube, cielo, exterior, agua y naturaleza

viernes, 28 de julio de 2017

Jose Riveros Leblic






Pequeño


Tus ojos negros y expresivos, irradian la inocencia;
tu cerebro aún permanece limpio.
Qué poco sabes de lo que has de conocer,
de las aspiraciones,
del fracaso.

Tu pelo rubio y tu piel morena
son el vestigio de tu sangre.
Tu gesto dulce y triste, parece presagiar
el comienzo.

Ahora vives tu llegada al mundo
tendrás amor y desamor,
cariño y odio, lucha, sudor y tristeza;
sabrás lo que es luz y sombras.

Conocerás el sabor del amor perdido…
se nota en tu mirada.




---Roque Dalton---





DESNUDA


Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo.

Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como a un niño perdido
que en ti dejara quietas su edad y sus preguntas.

Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo
pasa a ser mi universo, el credo que me nutre;
la aromática lámpara que alzo estando ciego
cuando junto a las sombras los deseos me ladran.

Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.

El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.

El día en que te mueras te enterraré desnuda,
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.




Aída Acosta



Dicen que es jueves





Dicen que es jueves.

Tengo en mis manos

un mes destilado

en el alcohol de la duda.

Hace un sol que revienta fósforos.

Puse a secar el poema

y se evaporó una lágrima.

Necesito la versión

de pétalos en la piel

de tenerte aquí

y tejer domingos para el recuerdo.

Pero dicen que es jueves,

lleno los papeles de círculos

y ventanas

aún no sé si existe una estación

con tu nombre.

Dicen que es jueves

y en esta cárcel libro la batalla

azul- amapola

que me atardece y duele

como un mordisco feroz.

Es jueves.




jueves, 27 de julio de 2017

Pedro Javier Martín Pedrós




A mi querida madre, la mujer que me regaló la vida.



Mamando de tus pechos,
sin complejos,  fui cargándome de años.
Recuerdo noches de sueños extraños,
de truenos , tormentas,
de cuentos de brujas malas que nos querían separar.
Al oír mis llantos te acercabas y
me acurrucabas .
Las turbulencias
desaparecían  y me anegabas de paz.
Un día te marchaste poquito a poquito,
sin  hacer ruido, con tu ropaje de colores
vivos, alegres.
Ahora, en este momento, te lloro a mis
años sin vergüenza escondida.
Siento que mis lágrimas se marchan
al mar, donde siempre nos encontramos.

De : A tu encuentro







Nicolás Corraliza




SÍNTOMAS


No tiene prisa la herida.
Se conoce en toda su extensión,

en todo su asco.
Sabe amoldarse a la felicidad
del sueño y del mareo.
Se vuelve pequeña entre la gente.

Mañana,
será inmensa sin tu piel.



Isabel Rezmo







EPITAFIO





El bucle de una mirada seduce los tomos.  Va abriendo paso a través de los párpados. La vieja fiebre recuerda  cómo se queda pegado el último atisbo de una mirada, de un requiebro, de una palabra.
Inconsciente,  es un lápiz, un rotulador, un trazo enmarcado en la diosa memoria. En el recuerdo cuando todo recuerdo es síntoma de una punzada llamémosle dolor,  cielo, silencio, acorde, labios.
Me quedo mirando mis manos intentando adivinar el cielo dormitado en un paisaje, en todas las damas que dictan sinónimos. Casi lo olvidaba, necesitaría entrar diciendo que queda mucho por leer entre los vientos.






miércoles, 26 de julio de 2017

Roberto Juarroz





Hemos amado juntos tantas cosas...



Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.

Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.

Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.

Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos sustitutos.

Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.


Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.



Roque Dalton







Encallecido privilegio este orgulloso sufrir,
no se rían.

Yo, que he amado hasta tener sed de agua, luz sucia;
yo que olvidé los nombres y no las humedades,
ahora moriría fieramente por la palabrita de consuelo de un ángel,
por los dones cantables de un murciélago triste,
por el pan de la magia que me arrojara un brujo
disfrazado de reo borracho en la celda de al lado...



Natalia Belleq







Déjame compartir
tus noches de insomnio,
ayunar contigo, llorar,
contemplar la oscuridad,
déjame caer cuando te hayas caído, déjame contigo...
deja que me moje
si la lluvia está calando tus huesos, déjame ver tus pesadillas
cuando estás durmiendo
déjame ver tu cara de rabia o enfado, deja que mi tiempo se vaya
con el tuyo
si la soledad te atrapa,
déjame escalar montañas a la nada, deja que me queme tu infierno, déjame con tu sufrimiento...
Deja que sangren en mi piel tus heridas
Deja que mis ojos lloren tus lágrimas
Déjame así , vencida
Pero a tu lado
Déjame escuchar los perros de tu sótano
Porque te amo...
Y no sólo lo lindo del amor
También con sus miserias y fracasos.


No hay texto alternativo automático disponible.

martes, 25 de julio de 2017

Ana García Briones









Desabrocho el corazón
y lloro con los tristes.
Desabrocho el corazón
en señal de solidaridad
con los débiles,
me agarro a sus ramas
y me balanceo en sus hojas
desde una habitación
sin armas,
solo con palabras
promuevo el combate.
Desabrocho el corazón
y ensayo himnos
que solo los pájaros
y los gorriones cantores
entienden.

Del libro: Partos de luz.

Eduardo Galeano





Pobrezas


Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que no tienen tiempo para perder el tiempo.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar,
como las alas de las gallinas se han olvidado de volar.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que tienen el derecho de respirar mierda,
como si fuera aire, sin pagar nada por ella.

Pobres,

lo que se dice pobres
son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que viven dramas pasionales con las máquinas.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que son siempre muchos y están siempre solos.

Pobres,

lo que se dice pobres,
son los que no saben que son pobres.



lunes, 24 de julio de 2017

ANA VEGA


No hay texto alternativo automático disponible.
Si me rescatas
del frío,
prometo abandonar
el invierno
para siempre...




Federico García Lorca






El corazón,
Que tenía en la escuela
Donde estuvo pintada
La cartilla primera,
¿Está en ti,
Noche negra?

(Frío, frío,
Como el agua
Del río.)

El primer beso
Que supo a beso y fue
Para mis labios niños
Como la lluvia fresca,
¿Está en ti,
Noche negra?

(Frío, frío
Como el agua
Del río.)

Mi primer verso.
La niña de las trenzas
Que miraba de frente
¿Está en ti,
Noche negra?

(Frío, frío,
Como el agua
Del río,)

Pero mi corazón
Roído de culebras,
El que estuvo colgado
Del árbol de la ciencia,
¿Está en ti,
Noche negra?

(Caliente, caliente,
Como el agua
De la fuente.)

Mi amor errante,
Castillo sin firmeza,
De sombras enmohecidas,
¿Está en ti,
Noche negra?

(Caliente, caliente,
Como el agua
De la fuente.)

¡Oh, gran dolor!
Admites en tu cueva
Nada más que la sombra.
¿Es cierto,
Noche negra?

(Caliente, caliente,
Como el agua
De la fuente.)

¡Oh, corazón perdido!
¡Réquiem aeternam!