Mi cuerpo se abría al conocimiento de mi estar y de mi ser confusos y difusos. Mi cuerpo vibraba y respiraba según un canto ahora olvidado. Yo no era aún la fugitiva de la música. Yo sabía del lugar del tiempo y el tiempo del lugar. En el amor yo me abría y ritmaba los viejos gestos de la amante heredera de la visión de un jardín prohibido. La que soñó, la que fue soñada.
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