Siguieron abriéndose los párpados
cada mañana
aunque el hambre fuera un perro que mordía por dentro,
porque la vida era una luz que prendía en los ojos.
Y mujeres de pan caliente
siguieron pariendo niños
de miel y sangre
en sábanas blancas.
Porque acaso eso era ser héroes,
resistir y arañar el frío,
sonreír bajo lo tibio de un sol de invierno,
amar aun en el silencio de las palabras,
agarrar muy fuerte las manos del otro,
abrazarse y soñar.
Foto: Elliott Erwitt 1952
No hay comentarios:
Publicar un comentario