viernes, 16 de marzo de 2018

Maga Gabilu



Éramos.
El pacto.

Había un pacto de no ser, que rompíamos cada noche a chocar la piel.
Inmediatamente reformulábamos reglas, delimitábamos situaciones y matábamos los segundos anteriores en un olvido acordado.
Era imprudente volar tan alto sin alas. Podría decirse que éramos águilas entrelazadas sacudiéndonos en ausentes plumajes.
La locura nos fracturaba la razón y nos vestíamos en instintos.
Difícil, casi imposible dominar ciertas demencias.
En ocasiones nos deshojábamos del entorno convirtiéndonos en seres puros, cotemplando nuestras almas. No necesitábamos tocarnos, las miradas perforaban la piel socavando la carne.
El frívolo contrato firmado con el sudor postergado, se transformaba en obsoleto.
Gobernaba un aura superior en ese espacio y momento. Nos amábamos en la distancia milimétrica que separa los cuerpos.
Agitar las entrañas con solo vernos, sin mover un dedo, sin despojarnos de ropaje alguno.
Otras, evitábamos cruzar miradas.
Nos ausentábamos el uno de otro en la imperiosa necesidad de no necesitarnos.
Nadábamos aguas pacíficas si nos alejábamos, dos sin pensar en ser uno.
Éramos bálsamo, éramos espera y éramos quietud.
Danzábamos en melodías huérfanas de vida, aletargando la sangre.
Nuestro convenio no corría riesgos, manteníamos las normas autoimpuestas hasta la nueva emboscada.


La imagen puede contener: una o varias personas

No hay comentarios:

Publicar un comentario