lunes, 2 de julio de 2018

Begoña Abad,

 




SUEÑOS DE LEVADURA




Puso harina, agua, sal, levadura y comenzó a amasar dulcemente, con energía, pero dulcemente.

El pensamiento se le iba y venía hacia el lugar exacto en el que la había colocado desde el instante en que se cruzó con ella.
Cada día volvía a encontrarla a esas extrañas horas en las que él acudía a su trabajo y ella… Ella quizás regresaba del suyo. Aún no sabía nada de ella, pero sus pasos eran como una danza por las calles vacías, por el suelo mojado de la madrugada. Su sombra siempre parecía azul y al cruzarse hubiera jurado que olía a campo en primavera.
Era mujer de redondas caderas y dorados cabellos, era como el trigo dorado, como el harina suave, como la levadura menuda y el agua transparente.
Aquella mañana todos los panecillos de la panadería de Damián tuvieron forma de mujer.

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