Cien musas diminutas A lápiz crecían versos orgánicos, sin otro ritmo que el de los latidos. Dueñas absolutas de cada poema cien musas diminutas, bellas hadas púberes, invitadas a la hora del café, ensayaban bailes en servilletas. Aún hay restos de azúcar, entre sílaba y sílaba. (De El Eje Imaginario, Ediciones en Huida, 2012).
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