TRANSEUNTES Nos volvimos a besar, y la caricia destapó, libre de amarres, los demonios de la pasión. Un rito peligroso, sin igual.
Todo se volvió nada, feliz vacío, en esa danza, limpia, vertiginosa de los cuerpos, pendientes de la sombra. Los ruidos, fecundaron otros ruidos en ese torbellino, límpido, de caricias donde la piel, perfecta, se hizo agua y las manos ciegos transeúntes agarrados al alma.
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