domingo, 3 de febrero de 2019

Salvador García Ramírez










EN MOTO


La melena le vuela bajo el casco

cuando el móvil ya pasa de las ocho,

sorteando los coches de rotonda en semáforo

camino de un rincón en la oficina.

En su Honda de 125,

los zapatos a juego

con el beige de su estrecho pantalón,

anorak camuflaje,

compagina este estrés de clase media

y un insulso adosado entre aceituna

en aquella ciudad, tan de provincias,

donde no pasa el tren

ni destroza la mar las balaustradas.

La periferia no es noticia,

ni el paro es un suceso novedoso

que merezca salir en un telediario.

Llega tarde. A su manera

pretende ser mujer y trasgresora,

joven y madre, libre y funcionaria.

El tacón se le ensucia de neumático.

Una chupa se escora en el perchero.

En la tierra de nadie,

se muda de carril por un segundo.

Si el atasco la encierra entre dos puertas,

abre gas y procura un hueco a solas,

embravecida en medio del asfalto. 




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