martes, 13 de abril de 2021

Alicia Aza

 



No sé en qué lugar nos perdimos ni quien llegó antes al abismo. Los cuerpos y su desnudez avanzan por un paisaje de cristal. Los órganos no encuentran anatomía en la que asentarse y el amor se quedó encerrado en el olvido de una fortaleza.

Quizá nos extraviamos en la espiral del tiempo que guarda la memoria. La memoria es un pájaro. Nunca he comido un pájaro. Si lo comiera masticaría trozos de memoria, los dientes cortarían recuerdos y la lengua degustaría imágenes. Somos lo que la memoria nos permite, solo eso. Nunca he cogido un pájaro en mi mano. No soy dueña de mi memoria. Los pájaros encerrados me dan miedo. Se golpean contra las paredes y evocan la locura.  El amor se quedó encerrado. Recuerdo entonces a Breton. El olvido no es posible en su palabra. La escritura salva la memoria. Leer regenera. Con las palabras cada uno construye su amor y su locura. El miedo es la memoria y el amor encerrados. El miedo se escapa de las palabras. Es un escalofrío de los órganos del cuerpo. Transgrede el paisaje de cristal y en su transparencia no caben los secretos.

La memoria es confusa. Ella nos construye. Me confundo en mi lengua. Soy la lengua que besa, la lengua hecha memoria que ama. Lengua que lee la palabra que me hace libre. Soy lengua en la oscuridad que no revela el secreto. En la oscuridad no hay transparencias. O quizá sí. Entonces aparecen las sombras y tras ellas el juego de pensar.  El ajedrez es el juego del caballo, la reina y el rey en sus torres. Son figuras pensantes en la fortaleza. Esa donde olvidamos el amor desbocado. La fortaleza es la tabla de negras y blancas por donde avanzan los caballos. Construir una figura, un contorno a través de la luz que decide a quién derrotar en la sombra. Elegir es dibujar un movimiento y asentarlo. Elegir es tener fortaleza.

Soy la mano abierta. En mi palma, el dibujo de las patas de un pájaro. Paso la lengua por la palma de mi mano. Allí está la línea de la vida en las patas del pájaro. La lengua la  borra. Si me trago la lengua, me trago la memoria y aparece la palabra muerte. Para el vivo la muerte es solo una palabra que encierra expectativa y adolece de plazo. La muerte es la ausencia de memoria en la palma de la mano.

Los pájaros esta vez han muerto. La lengua no puede lamer sus patas dibujadas en la palma de mi mano. No vienen a posarse en los cables de alta tensión que me rodean.

El erotismo es tensión. Como lo es el dibujo realizado por los  pájaros que bajan a beber donde yo me baño. Los cables son un pentagrama que construyo en el cielo. Yo soy un cuerpo desnudo en el agua que espera bajo del pentagrama. La espera es pura sensualidad. Los pájaros eran las notas musicales. El erotismo de las negras y blancas. Como en la tabla del ajedrez hecha fortaleza donde olvidamos el amor y en ella se hundió la memoria de lo que una vez fuimos y ya no recordamos.

Soy un cuerpo desnudo en el agua transparente que no recuerda y espera.

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