domingo, 15 de octubre de 2023

Elena Medel

 

 

Árbol genealógico

Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable.
Cuando una de nosotras muere
exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan a curiosear en su
garganta de hojalata, se celebran festines con moscas y gusanos, me cae mal porque me
hizo sonreír a mí, que soy tan triste.

A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza
se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos del alma de las mujeres
sobrenaturales,
chocan contra vuestras paredes, sus empastes y sus uñas agujerean vuestras ventanas
hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces.

Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior, rebuscan entre las
vísceras el mapa del tesoro,
sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado dentro con los años.

Un espectáculo.

Pertenezco a una raza desarrollada más allá de los púlpitos. Soy una de ellas porque mi
corazón mancha al tomarlo entre las manos, porque coincide en tamaño con el hueco
de un nicho;
fresco y dulce como el de un animal, chupad mi corazón para que, al morir, sepan que
hemos estado juntos.

Soy una de ellas porque mi corazón será abono. Porque mi sangre, que es la suya, sube y
baja por mi cadáver como por escaleras mecánicas;
porque el fundamento de mi carácter, al descomponerse, se incorpora a una especie salvaje
que ladra y que hiere y que te lleva a su terreno, que ignora las afrentas, que jamás se
extinguirá.

(De Tara)


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