Poneos cómodas.
Habéis llegado
para quedaros.
Llevo tiempo esperando
que os instaléis en mi cara.
No pueden veros mis ojos,
pero el espejo no calla.
Viviréis sobre mis pómulos,
rodeadas de los surcos
que tallan
la piel que me cubre,
y que son cauces del llanto
cuando se ahoga el alma.
No os recibo con tristeza,
porque sois inequívoca señal
de que el paso del tiempo
no le es ajeno a mi cuerpo.
Sois la vida que he vivido
que a mi rostro se asoma
de pleno derecho.
Las bolsas de mis ojos
son dignas portadoras
de toda la sabiduría
que los años sembraron en ellas.
Envejezco. Lucía.
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