Al borde de sus ojos el rocío
sembró perlas de llanto contenido.
Párpados de llorar endurecidos.
Bien saben de hambre y sed, de lluvia y frío,
La mano temblorosa en el vacío
buscando la presencia sin gemido
del padre que quedó de muerte herido,
su madre hacia adelante con un crío.
Niño que te arrancaron de tu nido
convertido en escombro, destruído.
Sigue, no te detengas, niño mío.
Siempre adelante, de luz bendecido.
Que detrás de los negros escalofríos
el corazón de Dios se muestre pío.