Para qué la poesía
Pablo Mora
Para revivir cada día
Para revivir cada día
Alegría,
alborozo, en orden a la obra colectiva en cierne. Sociedad Poética que
nos confirma que la existencia no es más que un plagio (Moravia) y que
todos los poetas escriben las mismas cosas con uno que otro colorido. Poesía, Sociedad Anónima.
Tal vez la única continuidad de la Poesía sea ese hormigón profundo
que, de siglo en siglo, establece una solidaridad poética universal.
Sólo existe un poema y un poeta y hasta una sola palabra para los
hombres y los libros que existen, existieron o existirán. Un mismo
hombre converge con el otro, océano de por medio, con la misma angustia,
con el mismo dolor, para ver eidéticamente la misma gota de lluvia deshojada en la trinchera, en la vanguardia, en las barracas de la guerra cotidiana.
Un pedazo de pan para los pájaros. Un alarido entre la guerra. La
imagen vegetal de la lechuga. Un alpargata recibiendo sol. La sílaba
final del viento... Sed de viento, de maíz, de pan. Palabra, cosa,
huella, sombra y pólvora. Risa loca, risa engatillada. Atropellada
rabia... El paso de Mercurio adolescente. O Marte espantadísimo del
hombre... Siempre sola, oculta, detrás del misterio mientras murmura
alrededor la noche... Crezca en tus manos la raíz del hombre. La paz sea
contigo hasta en la guerra.
"Comarca
de utopía para morar". Errabundaje, trashumancia del hombre que mira
hacia la estrella. Lucha al pie del hombre, diariamente, por saber para
qué se hizo, para qué sirve la palabra; si sirve para algo la alegría,
si creen las espigas en el hombre, si vale la palabra todavía... La palabra siempre. En la punta del tiempo navegando. Cabalga que cabalga en las tinieblas
La
medida justa del misterio humano... arma cargada de futuro... Jaula de
cristal, hembra jadeante... Espuma de la noche, temblor de espuma, pie
de sol enfurecido. Piedra de los dioses, sueño de la piedra, piedra de
los sueños... Fecunda entraña de la luz... Lo más alto del hombre, el
asombro... ¡Antes del Alma fue la Poesía!
Por sinfronismo,
por el deseo de que algún día, en alguna parte, alguien reviva
nuestros sueños, alegrías, pesares, arrecheras, creencias y esperanzas.
Por arte y juego, por jugar al adivino y proponerle adivinanzas o prepararle trampas al tiempo que se esconde en los pañuelos. Por evasión, a pesar de tanta horripilancia en la nariz o en la bragueta. Por ansia de inmortalidad, quedando bien sembrado aquí en la tierra como nuestro perro en el jardín, donde nos oye, desde que el día amanece. Por compromiso,
porque quien escribe debería ser un soldado armado para protegerse de
la muerte con pistolas cargadas, capaces de hacer que cada hombre
tuviese que inventar cada día su propio día, como a Sartre gustaba.
(Raúl H. Castagnino).