Querido diario:
perdona que no rellene
de tinta
cada una de tus páginas
en blanco.
Estoy viviendo...
No sé que esperáis de mí.
Hace tiempo que me despojé de la corteza de mis versos,
Nada es certero respecto a lo que los absurdos dijeron sobre el cierre de la carretera entre Tracia y los Balcanes. Nada sugiere el miedo en la voz de Jacques Brel mientras toma su último aliento. Polvo, escombros, aire contaminado es lo que sé que me espera allí, o en el camino de la voz de Jacques. Sin embargo, soy plenamente consciente de que el músico no se cansa de los pesos de lava que caen sobre y alrededor de su cabeza.
Mi voz llegó, y mi cuerpo todavía está esperando
con el sabor de las manzanas, se anhela un sueño tierno que camine tan dulce como el andar de una virgen en mi cabeza.
Nada de lo que preocuparse
Nada puede hablar con el camino para que se abra,
Nada puede permanecer en silencio mientras camino manchado de polvo.
Traducción al español: Mariela Cordero.
Todo estaba ya en marcha. Desde entonces hasta aquí. Todo
el tiempo, luminoso, rozaba los labios. Todas
las respiraciones se reunían en el collar. Las sombras
de Lambrate cerraron la puerta. Toda la habitación,
absorta, se hizo el primer latido. El negro
de tus cabellos contra el amarillo del último rayo.
Desde entonces hasta aquí. Era el primer día del verano.
El silencio nos llenaba la frente. Todo estaba
ya en marcha, desde entonces, todo estaba aquí, único
y perdido, nuestro y remoto. Todo pedía
que se le esperase, que volviese a su nombre verdadero.
Y el paraíso
igual que la abuela, que la cabra, la capilla, el prado
asciende
y las potras, ya yeguas de resplandor de luz, blancas
se acogen
se acogen en las aguas
y beben estas aguas
las mismas que tú pronuncias
y se embriagan con las aguas que hay, que no hay
en el junco
que trenzas
que viene
ahí, viene, allí viene
mayo
la gran rima interna
de flores cubierta
que destrenzas
hacia lo más difícil, que te sostiene, que incubas, que
no
la dicha
en el junco
salvaje.
He muerto en ti
Subí las escaleras paso a paso
lentamente, como dijo el poeta
a veces subí en ascensores de rascacielos
otras veces me convertí en el hombre araña
y me desplacé usando mis fuertes y poderosas ventosas
o me transformé en un cuervo y volé sobre los tejados
me precipité de todos y cada uno de los pisos
pero nunca morí tanto
como cuando morí en ti.
Nuevos los unos a los otros,
mis estudiantes: sirios, iraquíes.
Y la lengua extranjera, ese camino
del principio, como una segunda infancia,
excepto que no quiero ser ni seré
su madre ni su padre.
La mayor, ahí está, más bien la mayor.
Y el salón de clases será la casa libre
que nos han dejado nuestros padres.
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