lunes, 26 de septiembre de 2016

Izabel Rezmo





DIÉRESIS


Los niños callan en sus juegos y hablan con la sonrisa
y el chillido, moviendo el pómulo de forma inocente,
sin expresión,
en un verbo que cuaje en la tarde o en la noche.
Nosotros ponemos el índice hasta para beber la sopa.
Para dominar el aire que cruza la calle,
la alameda, el frondoso bosque.
Ponemos verbos donde no quiere decir ver.
Ponemos verbos donde no poner siento.
Ponemos verbos para cortar la risa.
Ponemos verbos para dormir a la intemperie.
Ponemos verbos.
A todo.
Irremediablemente ponemos de la A a la Z
para recoger excusas.
Se nos olvida poner la fuerza del acento
en el agua, en la semilla, en la tierra, en el árbol,
en el beso, en el otro, en el siempre.




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