Escribir poesía es a veces
arrancarse el hígado.
Vaciarse el corazón de un plumazo.
Es desnudar los sentidos
en un vano intento por desterrar los miedos.
Es acariciar un alma herida
aunque a veces,
es dar palos de ciego.
Es aferrarse a la última esperanza,
es arrancarse los ojos
para poder mirar de frente
sin máscaras ni ruegos.
Es ensuciarse los dedos en el fango
o hurgar en lo más profundo de nuestro sexo.
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