jueves, 3 de noviembre de 2016

Begoña Iribarren Astorkiza


YO PENSABA


Yo pensaba que era un juego.
Una manera de recuperar la inocencia,
aunque jugásemos a darnos pelotazos,
y hacernos caer sobre la arena.

A mí me dijo que era un goce,
bromas de portal,
travesuras, desahogos…
A mí me dijo que era una entrega al sol;
un sacrificio de aztecas disfrazados.
Unos hombres buenos y otros menos malos.

No sé quién me lo dijo,
creo que me lo dijo el instinto,
el estímulo hereje que se niega a creer en el diablo.

Pero no era así, y no sé en qué momento,
me despertó una lanza,
o un beso ladino se posó en mi mejilla.

Aquella era una guerra y era cierta.
No era sólo una batalla a la incultura,
o una herramienta de matar el tedio,
o la soledad de las tardes,
después de la tele y el café.

Aquella era una guerra;
estoy segura,
porque vi cómo sangraban las heridas
por la punta de una pluma y un pincel.




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