Lleva muerto casi un mes
y sin embargo, nuestro hijo, o nuestra hija,
sigue sangrando.
Sangra en hebras,
sangra
a pequeñas puñaladas, diminutos puñetazos en los riñones.
Creíamos que estaba creciendo en mi interior,
formándose en su nuez de líquido amniótico,
y estaba seco, consumido.
Pero sigue sangrando, sigue
aferrándose a su cáscara,
dando
señales de vida.
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