jueves, 17 de noviembre de 2016

- Julia Gutiérrez.






Me he levantado hoy
con la estupidez pegada en la frente
otra vez queriendo ser botón
para el ojal de tu ombligo.
Mientras removía el azúcar
en mi taza, me vi tan ridícula
como el tintineo de la cucharilla,
tan agudo para el tímpano
de una recién levantada.
Mirando las ondas del café me dio por pensar
que el olvido disuelve todo en cuestión de segundos
y, si no estás a la altura de la indiferencia,
te arrastra al fondo en círculos concéntricos.
Después he pensado en ti
y en cómo las personas sensibles
suben de estatura unos centímetros si se endurecen.
¡Para qué vamos a engañarnos!,
yo no sé de despedidas y tú no eres de regresos.
Me he puesto de pie y me han crujido los huesos.
He sentido que es de esas cosas que no mienten
y he ido a medirme en la antigua marca de la pared.
De pronto he crecido y no es por la fiebre.



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