martes, 22 de noviembre de 2016

Silvia María Alvarez Merino






La última noche


Se unió el azar y el destino


en las estrellas de esa noche.


Me cogiste en brazos sin dejar de mirarme


y me llevaste a tu habitación de mendigo moribundo.


Te quité cualquier barrera,


no dejé nada entre tú y yo,


y para sentirte más mío te cubrí con mi cuerpo.


Borracha de tus ojos, ebria de ti,


seguía el ritmo que el anhelo marcaba,


de ti a mí, de mí a ti,


temerosa y tímidamente,


como quien acata el juicio final.


Sentía tu calor como un traje eterno


de perpetuidad y vértigo.


Abarcábamos el mundo entero, enormes, de goma


llegábamos hasta las estrellas,


te las regalaba


y prendían en tu pelo suelto


engalanando la almohada


y perfumando de jazmín


las caricias.


Nunca más he llegado a besar el cielo.


Nunca más he volado libre hasta mi propio nombre


y mis sueños jamás se vieron más obedecidos
que ante tus manos. 

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