martes, 8 de noviembre de 2016

Silvia María Alvarez Merino






La última noche

Se unió el azar y el destino

en las estrellas de esa noche.

Me cogiste en brazos sin dejar de mirarme

y me llevaste a tu habitación de mendigo moribundo.

Te quité cualquier barrera,

no dejé nada entre tú y yo,

y para sentirte más mío te cubrí con mi cuerpo.

Borracha de tus ojos, ebria de ti,

seguía el ritmo que el anhelo marcaba,

de ti a mí, de mí a ti,

temerosa y tímidamente,

como quien acata el juicio final.

Sentía tu calor como un traje eterno

de perpetuidad y vértigo.

Abarcábamos el mundo entero, enormes, de goma

llegábamos hasta las estrellas,

te las regalaba

y prendían en tu pelo suelto

engalanando la almohada

y perfumando de jazmín

las caricias.

Nunca más he llegado a besar el cielo.

Nunca más he volado libre hasta mi propio nombre

y mis sueños jamás se vieron más obedecidos
que ante tus manos. 

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