jueves, 8 de junio de 2017

Lucila Sesma.







El viento recorre la montaña
se escurre por la ladera
y juega a ser niño otra vez,
mece los campos de trigo
y resbala por mi piel
como el agua fresca del río.

Empuja las hojas de mi cuaderno
y quito el bolígrafo verde
para dejarle pasar,
levanto los ojos
y me quedo quieta para escuchar
sus susurros.

Por la calle pasan dos mujeres
que ríen al sentir un remolino
debajo de las faldas,
las campanas suenan
y un perro asustado ladra
tras las rejas de una ventana.

Todo pasa lentamente,
como las tardes frías de invierno,
eternas, serenas y quietas,
un hombre, viejo como el sol
baja la cuesta con su añejo bastón
paso a paso, parando el tiempo.

Despierto de mi bucólica ensoñación
y miro el cuaderno vacío
páginas en blanco nada más,
como un profundo hueco
no he escrito nada,
he sentido el viento.



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