A mi querida madre, la mujer que me regaló la vida.
Mamando de tus pechos,
sin complejos, fui cargándome de años.
Recuerdo noches de sueños extraños,
de truenos , tormentas,
de cuentos de brujas malas que nos querían separar.
Al oír mis llantos te acercabas y
me acurrucabas .
Las turbulencias
desaparecían y me anegabas de paz.
Un día te marchaste poquito a poquito,
sin hacer ruido, con tu ropaje de colores
vivos, alegres.
Ahora, en este momento, te lloro a mis
años sin vergüenza escondida.
Siento que mis lágrimas se marchan
al mar, donde siempre nos encontramos.
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