Alejandra Pizarnik.
Mi cuerpo se abría al conocimiento de mi estar
y de mi ser confusos y difusos.
Mi cuerpo vibraba y respiraba
según un canto ahora olvidado.
Yo no era aún la fugitiva de la música.
Yo sabía del lugar del tiempo
y el tiempo del lugar.
En el amor yo me abría
y ritmaba los viejos gestos de la amante
heredera de la visión
de un jardín prohibido.
La que soñó, la que fue soñada.
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