viernes, 9 de febrero de 2018

- Jesús Miguel Pacheco Pérez




EL ARCÁNGEL


Pasé la noche mordiendo culatas de fusiles,
de esos que se llevan con el brazo izquierdo.
Me libré de los crímenes sólo con el sexo
que ofrecían los jilgueros de terciopelo verde.
El Arcángel vagabundo ya ha encontrado
el Callejón del Gato para verse de oro y plata.
El vaho que exhalan los edificios marchitos
me sirve como pieza de caridad y limosna.
Estuve en aquel Guernica y me carcomían
las insaciables ansias de venganza, de reyerta.
Duele. Duele imaginarse que nunca duele,
que solo sangran los heridos y siempre curan.
Me besaste en los labios sanguinolentos,
dulce muerte de omnipresencia y cascabeles.
Arpas y trompetas aquel crepúsculo sonaron
entre las negras y tormentosas nubes lejanas.
El Arcángel que ahora entre alcohol vive,
aquella noche besaba, amenazaba y sonreía.
Caen los cielos de cemento y almizcle, caen
sobre nuestras mentes puras de escarlata.
Tengo un miedo innecesario, los dientes rotos,
ganas de que la Tierra sea el infierno del Cielo.





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