Descosemos el milagro,
lo intenso y verdadero urdido al verbo
cuando la ira nos ciega
y un rio de palabras inconclusas
traen el despiece de las certezas.
Luego la decepción,
el dolor,
el silencio.
Porque no hay caminos de regreso
ni senderos aleatorios en los desatinos,
ya sé, y he aprendido,
que no se mide el valor de un perdón
cuando el daño es insistente,
por eso callo y pienso…
si tan solo pudieran ser mis besos en tu boca...
el dolor,
el silencio.
Porque no hay caminos de regreso
ni senderos aleatorios en los desatinos,
ya sé, y he aprendido,
que no se mide el valor de un perdón
cuando el daño es insistente,
por eso callo y pienso…
si tan solo pudieran ser mis besos en tu boca...
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