martes, 29 de mayo de 2018

Adolfo López



Algo va mal en mí, me pesan tantas cosas dentro que el nerviosismo y los secretos que guardaba han mutado en arritmias y vasos de vino.
Juego a esperar a que comience el silencio, durante largas horas, y cierro los ojos de manera intermitente por si al abrirlos veo los tuyos frente a mí junto a Noche estrellada de Van Gogh.
Diez latidos largos, una punzada, y vuelta a empezar.
Quien intenta curar una herida inexistente siempre encuentra algo más doloroso lejos de la quebrada tarde.
Sigo con mis latidos alternos, duermo más de lo que leo y salgo a la calle
a despejarme, a dejar de orbitar un rato, a negarte.
A veces me encuentro con gente conocida y les cuento mis males de manera azorada, pero sé que no me comprenden.
Al estar con ellos, llevo con frecuencia mi mano al pecho, porque duele tanto como el amor perdido, y entonces, todos mis amigos se sonríen, giran sus miradas y me observan preocupados.


Foto: Dara Scully
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