Me dices que me quieres de una forma
que no puedo evitar ruborizarme;
que me quieres de un modo primitivo,
sin razón aparente y sin excusas,
y que me quieres porque me deseas,
porque sabes que yo también te quiero
y porque el monstruo de este amor nos come
el alma, la paciencia y los modales.
Qué lástima que todas estas cosas
se nos mueran ahogadas de silencio.
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