NEGRA SAL, SAL BLANCA
He vestido mi conciencia de sal,
de amarga y ácida sal,
de sal negra y luctuosa
como el horizonte del vencido
por las lúgubres aguas del mar.
Contemplo redundantes imágenes
en noticiero televisivo rutinario
que ya sin sorpresa ni llanto,
ya sin estorbo ni desencanto
hablan de la víctima número…
¡Qué más da!
Solo era un número más.
Con la mirada perdida en el noticiero
alargo la mano y,
como si de brazada en mar se tratara,
alcanzo el salero con displicencia
para alegrar mi suntuosa vianda
con la blanca, ignota e inocente sal.
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