sábado, 22 de septiembre de 2018
María Del Pilar Gorricho Del Castillo
Poema que me destrozas
en este dolor de parto
para alumbrarte cuanto antes
de mi ser, que es el tuyo.
Justa es la palabra donde romper aguas
ecuánime la fuente de castalia y la humedad
de su perfecta sed.
Llegas con el cordón umbilical
en dos vueltas, estrangulando estos dientes
que no han de morder de las tripas su hemorragia.
Te empeñas en no nacer por ti solo
en lo entristecido de las expiraciones.
Seguir incubando en el lóbulo
recóndito del silencio y su horizontal deseo
alguna que otra herida de la memoria
y mostrarte
todavía más férreo a los posibilidades.
Y yo...
yo dominada por los secretos
de otros poetas y sus versos ya nacidos.
Sus versos de plumas embriagadas
desde ese mamar discontinuo del estrado
y sus huecos memorables.
Quería ser como ellos,
bosques de hayas
esperando del verano lo extinto
que deja el fuego en su brillo consumado.
Para perderse entre las cenizas de las páginas
solo hay que ser uno más.
Abrazar las aguas, mojarse de bruces ,
o en la delicada forma de salpicar
de la piedra desde su inmóvil espera,
acontecer la carne del verbo.
Me transfundí horas, noches donde reposar
este no nacer tuyo,
y con el fórceps del no sentirte
en esa patada en la boca misma del estomago
despellejé mi corazón, mi mente,
mis ultimas formas de morir
a lo agazapado de tu posición observadora.
Mojando la delirante letra que me nombra
estabas allí,
siempre estas allí
pero no germinas de la provocación,
no con el meconio último del subconsciente
y su calambre requerido.
Tu naces de la contracción sensitiva
donde aguardan las emociones su desarrollo.
Y yo, había dejado de sentir
y no paraba de querer escribir.
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