PERSIANAS HUNDIDAS
Nada sabe igual.
Ya nada sabe igual tras correr las cortinas y visillos
y divisar solo noches confusas,
para oír,
que también llueve.
Aquí, en mi habitación de persianas hundidas, de grandes árboles y caricias perpetuas, es donde el amor que se aviene, lo hace desde el fondo nostálgico de las cosas.
Debes saber, que a veces respiro en tu compañía,
pero el ritmo cotidiano del desamor, me ahoga.
Y cada día, por más que busque y arañe mis manos entre todos estos muebles, no he conseguido encontrar aún, tu caja de galletas.
Foto: Natalia Dragm
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