Las adelfas, ya no se reflejaban en las lunas,
ni mantenían el equilibrio como el loco trapecista en su cuerda floja.
Aquellos besos ingenuos
de jazmines vírgenes y flores
de canela, no tenían gloria ni retorno;
tal vez siquiera un leve recuerdo.
En las perlas de aquel invierno,
el calor de aquellas sonrisas
consagradas en un pacto de sangre amapola, libres y congeladas en el tiempo.
Hoy en las vides de tus labios,
el fruto fermentando dulzura y pasión.
En el vino, la consagración eterna de nuestros suspiros, más allá del verso.
el calor de aquellas sonrisas
consagradas en un pacto de sangre amapola, libres y congeladas en el tiempo.
Hoy en las vides de tus labios,
el fruto fermentando dulzura y pasión.
En el vino, la consagración eterna de nuestros suspiros, más allá del verso.
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