Faustino Lobato Delgado
TRANSEUNTES
Nos volvimos a besar, y la caricia destapó,
libre de amarres, los demonios de la pasión.
Un rito peligroso, sin igual. Todo se volvió nada, feliz vacío,
en esa danza, limpia, vertiginosa
de los cuerpos, pendientes de la sombra. Los ruidos, fecundaron otros ruidos
en ese torbellino, límpido, de caricias
donde la piel, perfecta, se hizo agua
y las manos ciegos transeúntes
agarrados al alma.
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