EN MOTO
La melena le vuela bajo el casco
cuando el móvil ya pasa de las ocho,
sorteando los coches de rotonda en semáforo
camino de un rincón en la oficina.
En su Honda de 125,
los zapatos a juego
con el beige de su estrecho pantalón,
anorak camuflaje,
compagina este estrés de clase media
y un insulso adosado entre aceituna
en aquella ciudad, tan de provincias,
donde no pasa el tren
ni destroza la mar las balaustradas.
La periferia no es noticia,
ni el paro es un suceso novedoso
que merezca salir en un telediario.
Llega tarde. A su manera
pretende ser mujer y trasgresora,
joven y madre, libre y funcionaria.
El tacón se le ensucia de neumático.
Una chupa se escora en el perchero.
En la tierra de nadie,
se muda de carril por un segundo.
Si el atasco la encierra entre dos puertas,
abre gas y procura un hueco a solas,
embravecida en medio del asfalto.
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