Mi madre conserva
en un sudario de papel,
la partida de defunción
de mi hermano.
Cada tanto tiempo,
cuando le puede la nostalgia
y empiezan las dudas,
la desenvuelve con delicadeza,
y la leé una y mil veces.
Así comprueba,
con la rúbrica de un juez,
que lo ahí escrito,
lo que ahí se narra...
fue verdad.
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