martes, 20 de agosto de 2019

Eva G. Madueño




Lagos

El sol en su último aliento se diluye
en una cálida luz anaranjada
que se derrama en las fachadas
y arranca ardientes destellos
entre los azulejos.

Huele a vida en las angostas calles
adoquinadas, que abren sus puertas
para acoger al caminante
sediento de luz, hambriento de color.

Cae la noche al son de un Fado
y Lagos aun parece más despierta.
Hay artistas callejeros ofreciendo
sus dones al visitante.

Su corazón se llena de vida.
Un intenso fulgor de estrellas
nace de sus entrañas,
incitando al viajero a acompasar su alma
al ritmo ocre de la ciudad.



Imagen y texto: Eva G. Madueño

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