viernes, 18 de octubre de 2019

Anabel Pérez Pizarro





Una gota en su círculo de agua,
la noche la llama, el verso
me da la espalda, me ahoga la garganta.
La oscuridad trae aroma de hierba
del jardín, esperanza de esta mañana,
sentencia al cielo y a su gorra de tela negra,
igual qué sentencia al cristal de mis ojos
y a esa ráfaga de luz encendida y húmeda.

Firme, rueda como minuto en mi reloj azotando las canas entre papeles,
no quieren ser escritos con viejas pisadas.
Las manos resuelven de momento
la sentencia, encendiendo un cigarrillo
en el quicio de la puerta de la calle.
El humo ciega, entre luces opacas,
ventanas y puertas en silencio,
los silencios qué me ocultan sin complejos.
Los gatos no ven como se moja mi rostro,
maúllan izando como bandera su celo oculto.


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