Se extrañaba la soledad solipista
como una naranja desprovista de su piel.
Entre un millón de cuerpos abrigados y con prisa
tengo la certeza de contar conmigo misma
como si entre esas figuras solo estuviera mi silueta.
No puedo temer a los daños ni a las caídas
porque me sostengo con la fuerza de mis carnes y mis huesos.
No puedo asustarme ante el desconocimiento y las pérdidas
porque esta ciudad ya me conoce
de antes de que lo hiciera nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario