jueves, 7 de noviembre de 2019

Siri Hustvedt



Los padres no dijeron nada pero se quedaron,
Separadas historias de un pecado vulgar, cerca del edificio ardiente,
Con su responsabilidad mermada,
Mientras dieron las diez
Y alquien agarró al niño chamuscado, a ambos niños
En una manta, envuelto y bautizado generosamente una vez,
De bata larga y blanca con el encaje de la hermana.
Más tarde, el espacio se volvió solemne, una hoguera
En el jardín de atrás, familiar y extraño como el viejo granero,
Rústico y desangelado,
Como el deseo vivo en ese cuerpo inactivo e hinchado.
A veces la niña de los Lunestad juega allí.
Ella mecía una piedra pequeña, tiznada, como si fuera una muñeca,

Hasta aburrirse y dejarla caer.

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