miércoles, 8 de enero de 2020

Pablo Mora




Para qué la poesía

Pablo Mora


Para llevar el infinito a cuestas




“La poesía es la soledad de un Dios sin reposo. Es el árbol que se amotina en el bosque en busca de perspectiva. Es el rompeolas de los mares enfurecidos. Es una enfermedad que no mata pero no deja vivir a quien la sirve. La poesía jamás presenta excusas porque carece de aciertos y de errores. Es una lágrima que de alguna manera origina al mar.
La poesía es la desviación de los vientos y el acierto de las dudas. Anda por cualquier parte convencida de haber llegado a la tierra prometida, a sabiendas de su fabulada inexistencia. Le gusta viajar por los caminos sin dioses y sin voces que la obliguen a ningún itinerario.
La poesía carece de antes y de después. No encaja en ningún prólogo ni en epílogo alguno. La poesía es el ansiado encuentro consigo mismo que jamás se logra. La poesía es la bala en acción, una plomada que cae, se adentra en el cerebro y envenena con sus fuerzas gravitales a la razón.
La poesía es asunto diferente. Muchos la intentan y pocos la logran. La hieren, la perturban, la simulan, la engañan, la venden... ¡ah!, cómo la someten a las condiciones del mercado, cómo la dilapidan y convierten en su propia caricatura. La poesía es el océano retador: poquísimos lo atraviesan y muchísimos apenas llegan a mojarse en sus orillas.
La verdad y la belleza asedian a la poesía en busca de la eternidad. Pero toda verdad es efímera y siempre está en tránsito de convertirse en equívoco y a cada instante se muere. La belleza se formaliza, se desgasta, aburre y se hace moda y también perece. La poesía y el azar mutualizan sus aciertos en medio de desesperados encuentros y ambos salen preñados de perennidad. En consecuencia la poesía no muere: nace.

La poesía es la máxima candela. Penetra y atormenta a las almas de sus devotos. Santifica la locura de quienes luchan y agonizan en sus retadores compromisos. Ilustra la sabiduría que se alcanza siguiendo los cánones del silencio. A cuestas lleva el infinito, al que suele adornar con victorias y derrotas, sin importarle el lauro o la condena. La poesía derrocha desnudez y la oscuridad, por mucho que quiera, no podrá cubrir sus formas. Es una piedra inconclusa, donde, confluye toda al paso de los ríos de la aurora.” ( Extractos de: Barrios, Jesús Enrique: “De poesías y poetas”).

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