viernes, 7 de agosto de 2020

MYRIAM COVIÁN


LUNA DE CUENTO...


Hoy tengo una luna de cuento y un cuento de luna, de esos que se escriben sólo con mirarla en ese cielo tan extraño que es nuestro zenit a veces desprestigiado y otras muy honrado.
Un día, de noche, despacio...alguien se fijó en sí mismo...descubrió la esencia de su desperdiciada vida entre carteles adheridos por otros y vagos recuerdos de cuanto estudió sin pausa...indagó en sus adentros para comprobar si existía realmente y dulcemente desesperezó su alma que consiste en desperezarla y desesperar la mente del todo incongruente que tanto le había atado a sus cómodas sillas acolchadas...
Dio un repaso por los seres queridos cuyo tiempo no pudo aprovechar o regalarles pues estaba atareado por la lucha cuerpo a cuerpo con sus enemigos los humanos...esos que parecen muchos al nombrarlos juntos pero que uno a uno somos todos...
No entendía las risas que de niño malgastaba alegremente ni las que gastaba forzoso ante la audiencia...
Ya no sabía casi nada...estaba solo, desnudo, impoluto de fábrica pero con toxinas que él desconocía...había padecido odio, rencor, venganzas, envidias, celos, ansias nada provechosas más que para sí mismo, pervirtió su esencia poco a poco sin darse ni cuenta de cuándo comenzó todo...
Quería avanzar en alguna dirección pero no veía ningún faro especial, distinto del otro y había cientos, miles, millones...le deslumbraban todos a la vez...
Quiso retroceder por donde había venido...pero no quedaba rastro de ningún camino...sólo sentía oscuridad...
De pronto, salió una luna maravillosa en un claro de ella misma y pudo sonreír al círculo sagrado y amigo de lo conocido, entonces fue aún peor pues se dio cuenta de que necesitaba luz continuamente, aunque tenue o medio apagada, luz inminente ante los pasos equivocados o acertados...
Se sentó bajo un árbol precioso, un roble muy anciano, con esa corteza rugosa y amiga, el musgo, liquen, hormigas y arañitas de múltiples telarañas complicadas hasta para la sabionda mente humana...
Allí se sentó, se sintió y notó como el viejo amigo le hablaba desde sus raíces bien arraigadas en la Tierra Madre y entonces pensó en su niño hombre y se acurrucó en la base de su nuevo refugio cuyo oxígeno le había regalado tantas y tantas veces sin él notarlo puesto que respiró gustoso del regalo sin pensarlo...
A su vez...el ramaje frondoso se meció al viento dominante de ese mágico momento natural que es la Vida, sin ruidos, sin voces, sin mentiras, sólo palpitando al unísono con esa Madre y ese Padre extraordinario que todo lo aprovecha para autolimpiarse de nuestras profundas botas negras...
El hombre sintió alivio de ver esto, también sintió mucha culpa de haber sido despreocupado y poco agradecido a la Vida con letras bellas y extensas...pero tras esta reflexión durmió tranquilo y esperanzado de que ya tenía un camino con suficiente luz para ser recorrido por sí mismo.


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