miércoles, 19 de agosto de 2020

Isidoro Irroca


Todo me lleva a ti

No hay límites ni distancias, me digo,
cuando en el cielo el mismo sol nos cubre
por eternos senderos y caminos
que se abran en la tierra y en su orbe
todos van a ti, hasta los perdidos.

Tampoco hay voluntad que no se quiebre
cuando levantas del rostro esos ojos
cuando miras se caen los poderes
que sustentan el empeño y su antojo
y me entrego sin tregua a tus amores.

No hay realidad que impida la esperanza
si tu mano busca por encontrarme
ni la muerte, al final de mis días,
calmará nunca mi sed de buscarte
aunque sea en inciertas lejanías.

No son ya suficientes las palabras
que cruzan los crepúsculos del aire
se alargan en los márgenes del alba
se hunden en la caída de la tarde
y se alzan en los silencios del alma.

Todo me lleva a ti, hasta la muerte,
que deshace mis días y mis manos
en la tierra marchita de mi suerte
se abre el camino estéril de mis pasos
donde la soledad desgarra y muerde.

Mis ojos llevan tu íntimo secreto
allí donde el destino no se cumple
donde se pierde el espacio y el tiempo
más allá del límite de las nubes
próximo a los confines del ensueño.

Todo me empuja a ti, inexorable,
con una fuerza de aires desbocados
te busco allí donde no encuentro a nadie,
donde siempre habitan los olvidados
que viven la soledad de las calles.

Todo me lleva a ti, hasta el sosiego,
que ronda en los jardines del anhelo
explorando en los ojos del misterio
te busco en las fronteras del deseo
te encuentro en el laberinto del verso.


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