martes, 10 de noviembre de 2020

Gioconda Belli



"CARLOS, OJALÁ QUE LAS HORMIGUITAS
NO TE LO CUENTEN


Qué suerte la tuya de estar muerto,
Carlos Fonseca;
qué suerte que la tierra te proteja y te ciegue,
que ningún Nazareno impertinente pueda decirte ya
“levántate y anda”
que sea sólo poesía la frase de Tomás
de que sos de los muertos que nunca mueren.
En el Motastepe la grama borra las siglas del FSLN;
pero es más lo que se ha borrado, mucho más.
Hay mucha más ceniza que la de tus pobres huesos;
la ceniza de tantos sueños se alza hoy en espirales
sobre el verdor siempre igual y feroz de Nicaragua:
pero también es algo más que los sueños
lo que se ha hecho humo,
lo que se ha muerto y lo que a diario nos persigue
con su olor a carroña.
Es tu muerte, Carlos y la de tantos otros
la que hoy alza su dedo acusador y nos confronta
con nuestra propia miseria.
Porque ya no somos aquellos que juramos ir hacia el sol de
la libertad.
No somos aquellos de las plazas, de las consignas
guerrilleras,
de la mirada limpia y la frente en alto.
Nos tomamos el Cielo por asalto
pero qué lejos estuvimos de ser ángeles
qué pronto cometimos el pecado del orgullo
hasta que la súbita e implacable espada de fuego
nos cerró estrepitosamente y sin remedio
las puertas del Paraíso.
Pudimos haber sido humildes penitentes;
reconocer que el poder y sus trampas
nos habían jugado el sucio truco de enredarnos;
pero no Maestro, no Carlos,
el heroísmo, la generosidad se quedaron huecas,
se perdió la vergüenza de la que vos hablaste;
igual que la grama borró las siglas del Motastepe,
así se borraron los códices donde estaba grabada
la ética, la mística.
Ya no nos reconocemos los unos a los otros;
ya no sabemos quién es quién
ni por qué hemos de seguir adorando a los ídolos
que ya no sólo tienen pies, sino cuerpos de barro.
¡Ah, dolor! Ah, confusión de quienes se empecinan
en alzar torres que lleguen hasta el Cielo
sin darse cuenta que las lenguas se han confundido
que ya ni siquiera hablamos el mismo idioma
Que, artesanos de una Babel, hemos quedado
a merced de la soberbia.
Es triste pensar que vos que veías aún cuando
ya no podías ver
no nos hayas podido librar de la ceguera;
Nicaragua está triste, Comandante Carlos
triste y pobre, pobre y desempleada
descalza y casi sin esperanzas
mientras tus hijos pelean por tus vestiduras
y pronuncian cada día
tu nombre en vano.
Ojalá que las hormiguitas no te lo cuenten;
que el pueblo te arrope en su pobreza
y te proteja hasta de nosotros mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario