Parece que nunca más existirá el frío:
me he plantado en la inmensidad grisácea
y he vuelto a respirar mi antigua esencia hogareña.
Me he traído conmigo algunas trazas del sol:
el paisaje se siente bienvenido a mi presencia,
las anchas hierbas dejan espacio a mis palabras,
y un extraño resquicio azul se destapa ante mi vista.
No hay más temblores ni chasquido dentales;
las letras húmedas se hacen quemar
y me arropan calentándome bajo el cielo encapotado.
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