Cuando el verano
hace el equipaje,
enrollo mis sueños
con mis dedos.
Charlo sola,
mientras las nubes
asoman por el poniente.
El látigo de la melancolía
azota mis pestañas.
Ni mis libros, ni mi pluma
están donde los dejé,
se los comió el silencio,
de tanto tartamudear
un vértigo misterioso.
El canto de las aves
marcha a una tierra de sol.
El árbol bisoño
muestra su vigor,
quedando desnudo
de cintura para arriba.
El viento del sur,
preñado de arrullos
me arroja a un bulevar
sin gaviotas y de pechos rotos.
Los frutos secos del otoño
maduran en mi corazón,
apareando el castaño y el nogal
en mi ferviente aorta
que de mí quiere escapar.
Ya se van las ropas cortas,
ya viene la brisa otoñal.
Una maravilla solapa a otra.
Un frenético ir y venir
me viste de añoranza,
quedando expuestos
mis sentimientos,
en una playa autista
carente de emociones
Cepeda.
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