EL MIEDO:
No se juega con el miedo porque el miedo puede ser un arma de defensa propia, una forma inocente o culpable del coraje. El miedo nos abre los ojos y nos cierra los puños y nos mete en el riesgo desaprensivamente. Andamos por el mundo con el miedo a cuestas como si fuera un pudor obligatorio o en su defecto una variable del fracaso. Tal vez sea el mandamiento, o tal vez el mandamiento de alguna desconocida ley, de un dios cualquiera. Por las dudas, una buena fórmula contra el miedo puede ser la que dejó escrita el bueno de Pessoa: "espera lo mejor y prepárate para lo peor".
Del libro Vivir adrede
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