La luchadora
¡Qué luchadora aquella mujer!
—Mamá, mamá, vente, vente.
—Idos, idos, poneos a salvo. Ya iré yo
con vosotros, ya iré yo.
Tenía rojo de sangre oscura el vendaje de
su pierna herida por la bala del invasor y, pese al desgarro, consiguió
arrastrarse hasta el arma del soldado caído y, para cubrir la marcha de los
suyos hacia un lugar seguro, disparó, disparó al atacante. Hasta agotar el
cargador.
Una bomba destruyó el edificio. Consiguió
ella salvarse de los escombros y, marcada por el intenso dolor, buscaba nuevos
cargadores para su arma defensiva. Sus hijos se habían alejado, llorando,
llamándola, desamparados. Antes de encontrar la munición, un proyectil lanzado
desde un tanque le causó nuevas y graves
heridas.
Dos niños y una niña sin padres fueron
guiados por los voluntarios hasta que cruzaron la frontera junto a miles de
refugiados.
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