Mi madre me enseñó a hacer trampas.
Trampas para perder.
Ganar era tan fácil que lloraba por la noche
y no podía conciliar el sueño.
Cogidos de la mano me calmaba
relatándome historias que sucedieron luego.
La culpa fue mía,
madre me preguntaba
si las quería reales o inventadas
y yo pedía siempre que le hubieran
sucedido a ella.
Y casi sin quererlo
una noche mi madre inventó la realidad.
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